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Atrévase a pensar la revolución silenciosa de Cristián Warnken


¿Por qué un hombre como Cristián Warnken deja su puesto de decano de la Facultad de Educación y Humanidades en la Universidad del Desarrollo, por qué decide renunciar a muchas de sus acostumbradas seguridades, como plan de salud, AFP, medio de transporte, para hacerse vulnerable y darse un tiempo para pensar y revisar en profundidad la propia vida, y esto sin huir de su familia, sino en total comprensión y amor con y por ellos? ¿Qué nos lleva a detener la vorágine de actividades para preguntar por el sentido de lo que estamos viviendo y construyendo? ¿De qué forma esto puede impactar las vidas de otros?
Hay quienes piensan que esta suerte de “tiempo sabático” para aventurarse en la búsqueda de respuestas sólo se lo pueden permitir y gozar aquellos que tienen los medios y la influencia suficiente para hacerlo. Pero esto es un supuesto más entre tantos que escuchamos a diario. La verdad es que preguntarnos por el sentido de la vida que llevamos, por lo verdaderamente importante, por lo que es “invisible a los ojos de los sentidos”, ¡todos lo podemos hacer! Pensar y reflexionar no es privativo de un Warnken. De hecho, me encantaría que los sacerdotes y la Iglesia entera, y que hasta en mi Congregación nos atreviésemos a ser más vulnerables para ver lo invisible. La vulnerabilidad, eso sí, es actitud de vida, y no se confunda con desprenderse de unos cuantos trapos, eso es fácil y cómodo. Atreverse a ser vulnerables es atreverse a repensar el sentido de la propia existencia en la renuncia a las seguridades, ¡y eso es tremendo!, porque es muy probable que descubras algo que no estaba en tus planes, y que exija de ti renuncias o decisiones hasta ahora impensadas, insospecahdas.
La entrevista a Cristián fue publicada en la Revista El Sábado de El Mercurio, edición del 21 de julio. Les invito a leerla completa, y entre tanto les comparto algunos extractos que me parecen interesantes de pensar y dialogar, y por supuesto ¡de meditar!
  • Uno puede llevar una calidad de vida mínima restándose de esta suerte de pedagogía del temor que se ha instalado, de que tenemos que tener una cantidad de cosas que no necesitamos. Esta es una sociedad pensada por economistas que estudiaron en buenas facultades de economía de Estados Unidos y para los cuales no existen otras dimensiones que las económicas. Son economistas que no conocen la historia de Chile, no tienen noción de lo público y por eso cuando se instalan en cargos públicos por primera vez se desayunan.
  • Hay gente que puede vivir toda la vida en una contradicción vital sin problema. Yo empiezo a hacer preguntas y tengo demasiadas de por qué estoy aquí, qué es lo que quiero en la vida. Lo que más tengo son perplejidades. Más que antes. No respuestas. Me molestan las respuestas hechas, las cosas que vienen de la psicología facilista, de la religión fácil. Más bien tengo la percepción de la precariedad total.
  • La vida no es fácil. Es maravillosa, pero también es dura. Siempre he sido un celebrador de la vida, pero la vida también es tremenda. El instinto es aferrarnos a la primera tabla de salvación que encontramos.
  • Con mis hijos tengo conversaciones alucinantes. En las noches sobre todo, cuando leemos. Son refrescantes frente a tanta tontería que uno escucha. Creo que uno debería apagar el televisor y hablar con sus hijos, con sus sobrinos o los que están cerca de uno.
  • El cambio implica un riesgo. Hay un poeta que dice donde crece el peligro, crece también lo que nos salva. Creo que uno siempre tiene miedo al peligro y al riesgo; y a veces por ser tan cuidadoso y tan temeroso, el mayor peligro es el miedo en el cual uno está instalado. Las grandes tragedias a veces ocurren en el patio de tu casa.
  • Los pequeños cambios son más importantes que los cambios radicales. Las grandes revoluciones parten por situaciones personales.
  • Somos un país culturalmente católico, donde se le ha dado a la Iglesia un poder y un protagonismo excesivo… El católico es muy flojo incluso en su propia fe. El católico le delega a alguien que administre su fe. Es como meterla en un fondo mutuo. No se lee la Biblia, no se la estudia. Tenemos un país culturalmente católico, pero espiritualmente pobre.
  • El peor ateísmo es el del que administra la fe, como es el personaje de la novela de Graham Greene, El poder y la gloria, donde el sacerdote dejó de creer en Dios, pero sigue haciendo Misa. Lo que hay es un ateísmo profundo, interior, silencioso, cubierto por un hábito cultural. El ateo está más cerca del verdadero creyente. Hay una tibieza espiritual, tomar la religión como un rito social, como un evento, una cosa de hábito, pero no un camino. Hay una flojera espiritual general de no atreverse.
  • Hoy predomina lo rápido. Está lo facilista, lo cortoplacista y que no implica un verdadero proceso, un verdadero camino, una verdadera lucha ni una verdadera agonía. Tendemos a entregar lo más interior nuestro a administradores…neurólogo, psicólogo, terapeuta… Es como delegar hacia fuera las tareas que son nuestras.

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